J. Germán Salazar, natural de Oliva, es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia, Máster en Dirección en Comercio Internacional por ESIC, estudió inglés de negocios en Londres, y además de ser emprendedor, entre demás logros, fue miembro del claustro de la Universidad de Valencia en 2012, miembro de la comisión de Estatutos de la UV, miembro de la comisión de cultura de la Facultad de Derecho de la UV y consiguió lograr el premio nacional al mejor orador en el primer torneo de debates nacional de la Universidad Politécnica de Valencia en representación de la UV.

Ha escrito multitud de artículos en prensa y trabajado y colaborado en un gran número de radios y televisiones.

Durante su estancia en Londres, tuvo la oportunidad de conocer a fondo la ciudad, lo cual le condujo a descubrir que algo extraño unía todo el poder en Londres, que existía una sincronicidad numérica que gobernaba la ciudad por encima de cualquier otra numeración. Este hecho le produjo un gran desconcierto que le llevó a profundizar en el misterio que envuelve al número que pone nombre a la novela, pero el tiempo que se requiere para poder finalizar una obra de más de 85.000 palabras como lo es Código Once: La conjura contra la libertad, era algo de lo que hasta 2020 no dispuso, ya que la constancia es clave en la escritura de una novela.

Cierto es que, a principios de marzo de 2020, decidió arrancar la escritura del mismo y, cuando apenas llevaba 1.200 palabras redactadas, la crisis de la Covid-19 desencadenó en un confinamiento por estado de alarma que le habilitó un amplio horario encerrado en casa para el cual dedicarse exclusivamente a documentarse y escribir cada día esta novela, lo que permitió que en algo menos de tres meses hubiese podido terminar la novela.

El autor entendió que una forma muy útil de aprovechar el tiempo sería leer diariamente textos históricos durante horas para aportar, seguidamente, un hilo conductor fascinante acompañado de pasajes sorprendentes basados en la historia que da inicio a nuestra civilización, y de la que apenas o nada conocemos, al tiempo que mantenía ocupado un tiempo tan difícil de superar sin vida social ni actividad fuera de las puertas de su apartamento, algo que, desafortunadamente, bien conocen la mayoría de los españoles.

Toda esa angustia y perseverancia han servido de catalizadores para que haya podido nacer una obra de la que J. Germán Salazar se siente sinceramente orgulloso y pleno, y de la que ya se encuentra pergeñando acerca de cómo desarrollar una segunda parte.

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